que esconden tus ojos verdes,
se asienta el ladrón de fuego
a quien en su día quisiste.
Barrotes que son pestañas,
en los párpados hay marcas.
Se derraman los sollozos
por las fugas de tu rostro.
Es tu culpa y no del preso,
pues por sentimiento puro
le obligan a revestirse
con el color de tus llamas.
Fotografía de Alberto Pizarro Gómez |
Versos octosílabos llenos de fuego. Métrica impecable.
ResponderEliminarPrecioso poema.
El fuego alienta a los dragones.
Eliminar¡Gracias!
Viva la sensibilidad!
ResponderEliminar¡Viva!, porque si no viviera, ¿qué sería de nosotros?
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